El Tai Chi y el proceso continuo

Con estas palabras dichas por mi buen amigo y ahora hermano de práctica Pepe Miyashiro, quien era mi instructor en ese entonces, aprendí la primera posición del Chan Si Jing (la que empieza con la posicion de Lan Zha Yi) y que se convertiría en mi mantra personal hasta el día de hoy.

Si algo puedo decir que he aprendido practicando y estudiando el Tai Chi Chuan del estilo Chen, es que esto, como la vida, es un proceso continuo. No lo aprendes de un día para otro. Y como todo en la vida, sobretodo donde encuentras un alto nivel de frustración, la única forma de sobrellevarlo se resume en dos palabras: paciencia y esperanza.

Suena tal vez a resignación lo que digo pero no es así. Para los que no saben el Tai Chi Chuan, como todas las artes marciales, requiere de un gran control del cuerpo para realizar movimientos que en apariencia son gráciles y sencillos. Es por esto que se necesita mucha concentración y coordinación, la que para alcanzarla se necesitan muchas horas de práctica, observación y corrección, donde salen a relucir dos cualidades fundamentales en el practicante: la humildad y la voluntad.

Una práctica marcial sin humildad convierte este proceso continuo en una humillante derrota constante y en algo sin sentido, en vez de entender que todo gran conocimiento implica una cuota de tiempo y sacrificio, y que esto es insoslayable.

Una práctica marcial sin voluntad convierte este proceso continuo en una rutina mecánica y tediosa que se repite sin cesar, lo que impide vislumbrar la belleza del momento y advertir que un gran avance se logra a partir de capitalizar pequeños avances previos, siendo nuestra percepción del hecho lo que dirime su posibilidad.

Estas dos cualidades aunadas a una guía adecuada, nos ayudarán a sublimar nuestra frustración e interiorizar que la mejora personal es algo que no tiene fin.